No soy nada fan de las primeras veces. La historia me da la razón. No recuerdo la primera vez que mi hijo dijo “papá”, y no me importa. Con derríteme cada vez que lo dice a diario, me doy por satisfecho.
Ni siquiera vi este verano sus primeros cinco pasitos. Estaba en el agua pegándome con las olas cuando él los daba en la orilla. Eso sí, le aplaudo y le doy la enhorabuena cada vez que ahora repite esa gran hazaña.
Las primeras veces tiene algo de mística que no termino de entender. Una épica de película más propia de Hollywood. Nos hace la industria del cine enamorarnos de momentos, y darle una relevancia exagerada, a hitos vitales mejorables.
¿Tu primer beso fue capaz de quitarte el aliento? ¿Te gustó la primera cerveza que recorrió tu garganta? ¿Diste pie con bola en tu primer partido?
Estoy seguro de que la respuesta a todas esas preguntas es común: no.
En el mundo del deporte suele sobrepasarte el vestir por vez primera la camiseta de un gran club o saltar a una pista mítica como el Arthur Ashe Stadium de Flushing Meadows en Nueva York, la pista de tenis más grande del mundo. Son concretamente 23.771 las almas que caben dentro de ese escenario icónico del deporte, donde estos días Carlos Alcaraz se bate el cobre en busca de su primer Grand Slam.
El primero.
Ese sí que hace ilusión. O eso entiendo. Aunque te advierto que los momentos previos a la disputa de cada partido, la tensión del momento, el ruido en la grada, la presión de un país entero que da casi por supuesta la obligación de que el chaval peleé el título, no deben hacerlo sencillo.
Las primeras veces son complicadas. No disfrutas. La circunstancia y el no conocer esa circunstancia dificulta, y de qué manera, la posibilidad de pasarlo bien durante una primera vez. Jugando al tenis o haciendo el amor. Da igual.
Aún le quedan al murciano los cuartos, la semifinal y la final. El primer hueso le tiene la moral comida, dicho sea de paso. Esa no será una primera vez. Solo espero que Alcaraz disfrute ante Sinner, lo que no fue capaz de hacer ni en Ümag ni en Wimbledon.
Ya verás, Carlitos, como las terceras veces son siempre mejores que las primeras.
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La primera vez